domingo, 7 de agosto de 2011

El País Llano, Parte I

Entre las muchas expectativas que tenía para este blog, por supuesto todas ellas sin cumplir, era el que no se convirtiese en un mero diario de viajes. Pero siendo realistas, los viajes que hago, y espero seguir haciendo, son mucho más interesantes que los cotilleos de pintores alcohólicos, que nos interesan a cuatro.

El caso es que, bentornata de Italia, me voy a Bélgica y Holanda en otro estupendo viaje patrocinado por Ryan Air, y la banda sonora de este viaje no podría ser sino....¡Jacques Brel! El belga por excelencia (con Tintín, que no es me cae demasiado bien). No es que los 60 me gusten demasiado (lapidadme, os estaba esperando), pero reconozco que en el mundo francófono tienen su aquel, tanto Gainsbourg macarra, tanto Sartre y De Beauvoir y tanto Mayo del 68. A lo que iba. De Jacques Brel me enamoré en los últimos años de instituto, años cargados de Edith Piaf y Maurice Chevalier (la sección bilingüe francesa es lo que tiene), y justamente en esa época, fue cuando nos fuimos a Bruselas, invitados por el Parlamento Europeo.

No se crean ustedes que era un instituto de postín ni mucho menos, pero los de un año menos ganaron un premio de la UE y los de mi curso nos acomplamos malamanente, cambiando el avión  por un autobús (20 horas, 20 malditas horas). Durante ese infinito viaje, además del ameno hilo musical del conductor (con El Fary y la gran Rocío Durcal), sonaba en mi discman (¡discman! qué de años...) el que fue mi disco favorito, el Join Hands de Siouxsie & The Banshees (uno de los discos más densos y agobiantes del post punk), con la impresionante y tétrica Poppy Day en loop continuo.


La canción es uno de los más famosos poemas sobre la Primera Guerra Mundial, y sobre las amapolas que crecían en los enormes campos de tumbas de los caídos. No se si los cuerpos seguirán ahí, pero sí que estaban las amapolas. Y aquello, en plena zona del la Batalla del Somme, era algo impresionante.

Ver Bélgica en autobus es muy bonito, y es algo que esta vez no haré, pero aquí es donde entra en juego Jacques y su famosísimo Plat Pays, ese país plano, llano, que era el suyo.

No es una de las interpretaciones más melodiosas, pero la traducción es bastante sonora y Brel lo da todo como siempre. Lo del país llano se hizo tan famoso que acabó saliendo en Astérix en Bélgica, más que recomendable y repleto de coñas (que siendo Bélgica el Lepe de los franceses, son bastante pesadas).
Mala traducción de turno, la cita era casi literal, evitando el anacronismo.
Bruselas no me gustó demasiado la primera vez, y espero volver más contenta; Brujas y Gante sí que me parecieron preciosas aunque por francófonos (y para más inri, españoles, pareciese que llegásemos con el Duque de Alba para cargar sobre ellos, nos trataron fatal). Pero es que después me voy a...


Si sí, y concretamente al puerto, que tiene más gracia.

Para quien quiera leer algo más sobre Brel, que es lo importante, esto está bastante bien. Lo cierto es que son canciones no envejecen y siguen siendo el pan de cada día.


Ne me quitez pas, amigos míos, y hasta pronto.


Y si esta no es la canción (e interpretación) más triste del mundo, no tengo nada más que decir.