martes, 25 de octubre de 2011

¡Ya hemos pasao!: Sobre la apropiación franquista del cuplé y la copla.

Yo no entiendo demasiado de Franquismo y República, no es mi especialidad (son temas de los que pretendo huir más allá de lo evidente, que ya están por todas partes, too mainstream for me), pero como cada vez se habla más, y peor, he considerado correcto hacer una pequeña apreciación sobre el tema.

Al igual que mi compañera Claudia Nebelblume defendió enérgicamente una vez la injusta identificación de la obra de Julio Romero de Torres como imagen de la España franquista (que pintaría charanga y pandereta, pero que se muere en 1930, antes de que le pueda dar tiempo a decidir lo franquista o no que ser), porque en este país se dicen las palabras franquista y facha demasiado a la ligera, vengo yo a a hacer lo mismo con algo que cada vez me gusta más: la copla y el cuplé.

Como bien se dice en este artículo sobre la homosexualidad en la canción española (tema muy interesante y que me gustaría tratar con mayor detalle más adelante), citando a Manuel Francisco Reina al hablar sobre Miguel de Molina:


Uno de los tristes logros de las dictaduras, de todas, y de la dictadura española de Franco, fue apropiarse de símbolos que no eran suyos pero sí perfectamente reconocibles por todos. En la cultura española, uno de los símbolos más importantes y masivos, común a las mal llamadas dos Españas, fue el del género musical de la Copla, que nace como tal a principios del siglo XX desbancando a la Tonadilla escénica* y el cuplé, y aupada a los ambientes intelectuales por pensadores como Manuel de Falla, Federico García Lorca o Rafael Alberti, junto con el flamenco, que llegaría a consolidarse durante la golpeada II República Española.

Con la victoria golpista, se le cambió el intelectual término “copla” por el más casposamente patrio de “canción española” o “canción andaluza”; sus canciones más comprometidas censuradas o prohibidas, y sus representantes republicanos, como Miguel de Molina o Angelillo, perseguidos, encarcelados, golpeados, insultados y, finalmente, exiliados.

Miguel de Molina no era la imagen de la masculinidad...

A pesar del sencacionalismo de la declaración (una cosa es que los cantantes y letristas fueran republicanos, otra que la copla pudiera serlo), el autor no se equivoca demasiado. Y si Reina dice esto de la copla, más aún puede decirse del cuplé, que en el momento del franquismo había decaído completamente (solo pervivía en cierta manera el cuplé sentimental, ya que las variedades potencialmente peligrosas para el Régimen, como el cuplé sicalíptico y el político, había caído por su propio peso años atrás). 

Por supuesto, había excepciones a la regla mucho más recientes (que alguien me lo confirme, pero juraría que esta canción es anterior al año de grabación que dice el video, 1933).

Las variedades eróticas fueron prohibidas con mayor o menor éxito (recordemos que en la década de 1910, en España no se podía enseñar las axilas ni en un escenario, o lean el escándalo que se formó en 1907 cuando seestrena "La Diosa del Placer"), pero no le echen la culpa únicamente a Franco de la Censura. En París (aquel París que había visto mucho antes a Mata Hari y a Josephine Baker desnudas en sus escenarios), en 1933, se intentó echar a Marlene Dietrich de la ciudad por aparecer con pantalones en público.

Antonia Cachavera con unas mallas que simulaban la desnudez, y que fueron un escándalo.

Evidentemente, hubo represión, mucha: la erótica quedó velada, y la homosexualidad, ya bastante poco transparente en la época (aunque la mayoría de artistas masculinos de canción ligera, tenían como mínimo, inclinaciones) pasó a desaparecer; el transformismo (que había sido una práctica habitual en las variedades de principios de siglo en España) queda prohibido y aún en los años 60 y 70 hay condenas serias por ello. 

Los artistas masculinos se dedicaron a cantar canciones de las grandes de la época, o incluso a componer para ellas; las cantantes más famosas se limitaron casi únicamente a la canción sentimental, configurando así todo un género "adecuado" para la idea de mujer que el regimen estaba proponiendo (con salidas de tono de la Píquer, cantando "Yo soy la Otra, que a nada tengo derecho, porque no llevo un anillo, con una fecha por dentrooooooo", idea en la que ya insistiré. Obviamente no era la única, aunque una de las pocas que se lo pudo permitir). La copla, o si queremos, la canción en sí, se fue haciendo cada vez más descaifeinada, y los espectáculos cada vez más castizos y menos pícaros (Las Leandras, de 1931, adalid lo musical de Madrid durante muchos años, con su Pasacalle de los Nardos y su Chotis del Pichi queda muy desmerecida, aunque sea en tono lírico ante grandes obras de pocos años atrás: les nombro La Corte del Faraón, de 1910, porque es mi favorita, pero hay muchas más). Se clausuran, o al menos, reinventan, muchos de los grandes salones de la Belle Epoque. Todo esto, igual que el racionamiento, se relajaría progresivamente unos años después, aunque para llegar a los años del Destape faltaba muchísimo.

Cuando te miro el cogote y el nacimiento del pelo,
se me sube, se me sube, se me baja, la sangre por todo el cuerpo
¿Qué te quieres apostar, qué te quieres apostar,
a que tengo yo una cosa que no tienes ni tendrás?
- Garrotín de La Corte del Faraón (1910)

Por tanto, decir que la Zarzuela (¡creación decimonónica!), la revista, el cuplé, o incluso, la copla (por no hablar de las variedades más o menos sicalípticas) son franquistas, o incluso, fascistas, es todavía peor que decir que la obra de Nietzche o Wagner es nazi, pero esta opinión tan generalizada entra, desgraciadamente, dentro de esa tendencia, tan falsamente intelectual (que ya comenzara con la Generación del 98, o si nos ponemos serios, mucho antes) de denostar lo propio por bajo y vulgar (sobre la imagen andaluza de charanga y pandereta y sobre cómo esto fue una creación internacional, se habla con más detalle aquí). Les pido a ustedes, con tanta información gratuíta a sus pies (y a sus dedos), que no caigan en la misma falacia. Se lo pido con 22 años, aragonesa (ni el flamenco ni la copla me tocan de cerca) y acostumbrada a asistir a conciertos ruidosos (de géneros que nada tienen que ver con de lo que aquí les hablo). 

Concha Píquer en una erótica foto que no debió sentar muy bien a ciertos sectores...

Les pido que dejen de hablar de la copla y el flamenco (acuérdense del gitaneo intelectual de la II República al menos; chavales, ¡qué teneis la Selectividad reciente, por Dios!), como algo meramente machista y franquista, y que se acuerden de Miguel de Molina, apaleado y desfigurado, huyendo como pudo a Argentina para no ser encarcelado. Acuérdense, antes de llamar franquista a Concha Píquer, como pagó orgullosa una gran multa por negarse a cambiar la letra de "Ojos verdes" (de "Apoyá en la puerta de la mancebía" a "Apoyá en la puerta de tu casa un día"), dándose cuenta de que una vez más (como con la censura de Mogambo, seguramente ya conozcan la historia) de cómo el remedio era peor que la enfermedad, o de cómo siguió cantando "Se dice" (de cierto tono lésbico, y que habla precisamente del qué dirán) hasta que debió cansarse de la canción. He llegado a leer que la Fornarina fue franquista, y se muere en 1915. Dejen, por favor, de buscar fascistas donde no los hay, que reales ya hubo suficientes:

Era en aquel Madrid de hace dos años
donde mandaban Prieto y don Lenin
Eran en aquel Madrid de la cochambre, de Largo Caballero y de Negrín.
Era en aquel Madrid de milicianos, de hoces y de martillos y soviet.
Era en aquel Madrid de puño en alto, donde gritaban ¡No pasarán!.
¡No pasarán! decían los marxistas.
¡No pasarán! gritaban por las calles.
¡No pasarán!, se oía a todas por plazas y plazuelas con voces miserables.


Les dejo con la apropiación (no hace falta que diga a los lectores españoles de qué, ¿verdad?), que da título a la entrada: "¡Ya hemos pasao!", de Celia Gámez, ella sí, una de las grandes estrellas del franquismo, y que (al menos aquí pueden comprobarlo) casi siempre se jactó de ello. Al altar la llevó Millán Astray.

Celia Gámez vestida del Pichi


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* Yerra aquí Reina, ya que la tonadilla es un fenómeno propio del XVIII, y está refiriéndose muy seguramente al llamado Género Chico (de Zarzuela, Sainete y Operetta), para cuya formación esta si que fue muy importante.

lunes, 17 de octubre de 2011

Breve apunte sobre las mujeres en las Academias de pintura a principios de siglo.


(Estos párrafos pertenecen a un trabajo que escribí hace año y medio sobre La Mujer en la Primera Vanguardia francesa, a un capítulo dedicado a la educación artística de las mujeres, concretamente al apartado de las academias de pintura en París. Ruego por tanto, que el texto sea entendido en este contexto, y discúlpenme el autoplagio, que completaré con links pertinentes cuando me sea posible).

En Francia, ni siquiera en el ámbito oficial, la pintura no fue jamás un asunto únicamente masculino. La Academia había acogido y reconocido (aunque siempre en categorías aparentemente menores, como los retratos o la pintura de flores) a célebres pintoras. Tal es el caso de Elizabeth Viguée-Lebrun, pintora oficial de una de las reinas más (im)populares de Francia, María Antonieta. Sin embargo, y paradójicamente, conforme Francia iba alcanzando paulatinas mejoras sociales, sus conservadores académicos se hacían cada vez más estrictos. Enfadados por los escándalos y el desprestigio que había constituido para ellos el auge de corrientes como el Realismo o el Impresionismo, a cuyos partícipes denostaron, para después acabar siendo más célebres y reconocidos que los propios academicistas, fueron cerrando poco a poco la participación de mujeres. Hay que señalar, que pocas de estas mujeres eran realmente francesas, por lo que la Academia se valió de una ingeniosa prueba de idioma en los requisitos de entrada. Sobre decir que la corrección era, extraoficialmente, mucho más severa con las mujeres que los hombres, pero sin embargo, este asunto dejó fuera a algunos de los pintores extranjeros más importantes que vivirían en París en las décadas siguientes. La medida no resultó demasiado efectiva: si bien a la Academia concurrían artistas masculinos de cualquier extracción social, las mujeres venían exclusivamente de familias pudientes, y extranjeras o no, siendo el francés (como era) la lengua de cultura, pasaban las pruebas de acceso mucho más fácilmente que los hombres. Las pruebas se fueron endureciendo hasta llegar a la prohibición total en 1897.

Autorretrato (c.1782) de Elizabeth Vigée-Lebrun
A partir de ese momento, las mujeres que quisieron dedicarse a la pintura, tuvieron que buscar alternativas, desde la educación con preceptores privados, a una serie de academias extraoficiales, mucho más liberales, en las que incluso podían copiar modelos masculinos desnudos del natural. En las últimas décadas del siglo XIX habían surgido numerosas “academias” de corte extraoficial en París. Eran espacios en los que la gente podía, de forma más o menos libre, copiar modelos del natural, o bien estar apuntado a clases de dibujo, pintura y escultura. Sobra decir que en estas academias se fomentaba la individualidad, que no se salía de ellas con ningún título (aunque el nivel de la Academie Julien hizo posible que sus alumnos pudieran optar también al Premio de Roma), y que sus profesores solían ser famosos díscolos de la Academia Oficial. Aunque este concepto de Academia no era nada nuevo (ya que las Academias libras y privadas aparecieron en el siglo XVII), tuvo especial importancia en el florecimiento de las Vanguardias. Las más importantes fueron L’Acadèmie Julian, L’Acadèmie Colarossi y L’Acadèmie Vitti, entre cuyos estudios (en ocasiones, en los demás de una academia) transitaron algunos de los pintores más célebres del siglo XX.

La Academia Vitti fue la de más reciente creación, abriendo sus puertas en 1905, dirigada por Anglada Camarasa y Kees Van Dongen. Ubicada en Montparnasse, acogió sobre todo a alumnas estadounidenses, como Louise Zaring o Ada Walter Shulz, y a españolas, entra las que destacó María Blanchard.

La Academia Colarossi fue la más afamada y abió las puertas en una fecha tan temprana como la de 1870. Fue también la primera Academia en nombrar a una profesora. Tuvo muchos alumnos* importantes, aunque también alumnas: Paula Modersohn-Becer, Emily Carr, Prudence Hewar, Romaine Brooks, Lucy Bacon, Cecilia Beaux, Clara Miller Burd, Marion Greenwood, Lila Cabot Perry, Hélène de Beauvoir, Camille Claudel, Jeanne Hébuterne, Eileen Gray, Mina Loy, Mela Muter...

En el estudio (1881), de Marie Bashkirtseff, en la que se retrata la Academia Julian

La Académie Julian funcionó desde 1867 hasta la Segunda Guerra mundial, y en ella se formaron importantes grupos como los Nabis. Aquí estudiaron importantísimos pintores**, aunque tambien pintoras: Louise Breslau, Käthe Kollwitz, Hilla de Rebay, Georgina de Albuquerque, Cecilia Beaux, Lilla Cabot Perry, Fanny Vandergrift, Beatrice Wood, Louise Bourgeois, Marguerite Jeanne Carpentier, Louis-Marie Désiré-Lucas, Madeleine Fié-Fieux, Jane Poupelet, Mélanie Quentin, Marie Bashkirtteff...


Paul Gaugin estudió aquí, pero también los estaodunidenses Charles Demuth y Lyonel Feininger, los rusos Jacques Lipchitz, Konstantin Somov y Alexander Golovin, el español Hermenegildo Anglada-Camarasa, el italiano Amedeo Modigliani, el alemán George Grosz, el japonés Seiki Kuroda, el noruego Gustav Wentzel, el rumano Reuven Rubin o el checoslovaco Alfons Mucha.
** Los alemanes Ernst Barlach, Ludwig Meidner y Emil Nolde; los rusos León Bakst y Jacques Lipchitz; los estadounidenses Louis Armand, Thomas Hart Benton, Robert Rauschenberg, Grant Wood; a los checoslovacos Alfons Mucha y a Frantiek Kupka; el belga Ferdinand Khnopff, el inglés Jacob Epstein. Y por supuesto, los franceses Pierre Bonnard, Juan Boucher, Roger Chastel, Maurice Denis, André Derain, Jean Dubuffet, Marcel Duchamp, Fernand Léger, Paul Ranson, Paul Serusier, Jacques Villon o Édouard Vuillard.


P.D. Entrada de bajísima calidad, lo se.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Guía de ocio nocturno, 1934

Como estamos en fiestas, vengo yo a ustedes a enseñarles una rareza que apareció, entre cajas de libros, por mi casa hace bien poco. Una edición facsímil (y según dice en su interior, solo se editaron y distribuyeron a los amigos, 150 ejemplares, siendo mi padre uno de esos cráneos previlegiados) de una verdadera guía del ocio nocturno en Zaragoza de 1934.

Ya que el escáner no funciona, y la luz interior con una cámara compacta y mi pulso no son buenos aliados, las fotos son infames, pero al menos se harán ustedes la idea. Solo hice fotos a un poco de cada, pero había muchas más páginas.

Foto con el blog, para que vean ustedes el tamaño real.
La portada más grande. No era barata la guía, no.
¿Y qué se podía hacer en Zaragoza, de noche, en la II República? Pues poco más que irse de putas, la verdad. Había restaurantes con reservados privados, modestas pensiones o establecimientos un poco más grandes. Los precios oscilaban entre las 3 y las 10 pesetas (pero como no tengo referencias de otras ciudades o del precio del pan, tampoco puedo decirles como estaba el mercado).

También aparecen los teléfonos de urgencia básicos, para taxis, y para viajar urgentemente a la capital



También se anuncian diversos hornos, pastelerías y restaurantes de bien, porque también hay que alimentarse en esta vida (y ojalá alguien hiciese una guía de donde comprar comida hoy, a horas intempestivas, lo agradeceríamos mucho).


Quizás sea usted francés, y requiera un traje...por la noche.



Podía ser que usted, conocedor de los males de la noche, quisiese intentar ponerles remedio: en la céntrica ORTOPEDIA (recalco), de la plaza San Roque, usted podrá comprar unas gomas.


Pero claro, con tanta alegría, lo más normal era acabar con venéreas. Esta guía les proporciona una serie de clínicas dedicadas a ello, que no se diga.

Usted podrá curar todas las enfermedades que padezca su estilográfica.




De cabarés, en cambio, se habla poco (no creo que hubiese más, que estamos en provincias). Que El Royal abriese hasta las 4 de la mañana no es moco de pavo. Pero el Dancig (sic) la Jota se ha llevado toda mi atención, maravilloso el nombre.




¿No echan en falta algo? Los cines, que los había y muchos. La guía es de lo que es, pero ...¿no le apetecería a uno más ir al cine que mandarse hacer un traje? Digo yo...

P.D. Entrada indocumentada completamente, y fotos horribles, pero con la que espero que al menos se hayan reído.

miércoles, 5 de octubre de 2011

El eclipse de 1926



Como los políticos parecen haber perdido la cabeza, el ejército y los capitalistas dictan lo que se tiene que hacer. El pueblo, representado por un burro ciego, simplemente come lo que le ponen delante” - George Grosz, sobre su obra Eclipse de sol (1926)
Es una pena que siempre haya que explicar, lo que no podría parecer más claro. ;)

P.D. Recuerden ustedes que 1926 es el año de Los Siete Pilares de la Sabiduría de Lawrence de Arabia, del Acorazado Potenmkin de Eisenstein, del Tirano Banderas de Valle-Inclán y de la Fiesta de Hemingway. Y ahí, en algún punto medio entre todo esto, el cuadro cobra muchos más sentido, ¿verdad? No les estoy mencionando estos libros y esta película de manera casual.

martes, 4 de octubre de 2011

¿Nunca más?

Dalí veía rinocerontes, ¿y usted? Yo vi una encantadora linterna mágica: la calidad dejaba bastante que desear, pero uno sale del espectáculo engatusado por el encanto de lo antiguo (que además tiene un cálido color dorado), convenciéndose de que no es ni más ni menos de lo que debería ser. Pero hoy en día, una linterna mágica no debería verse sino por su encanto estético nostálgico. Y a eso voy.

Da-LÍ
Ayer vi, con muchas expectativas y con muy poco tiempo libre, Midnight in Paris, como alguno ya habrá supuesto. Y me pareció una película correcta aunque superficial, sin malicia alguna, con el Woody Allen más edulcorado que he visto. Pero si hablo de ella, es porque tengo dos grandes nexos de unión con el film:
  • Yo estaba en París, de casualidad, cuando rodaban parte del film, y la verdad, fastidió bastante mis itinerarios (no podía pasear por el Sena porque resulta que estaba Owen Wilson en la orilla). 
  • Lo más importante, y la idea que vertebra todo el post: el complejo de la Edad de Oro, que afecta tanto al protagonista de la película (enésimo dopplegänger en versión guapa de Allen) como a mí.

Porque esto es lo único interesante de la película, entre tanto cameo insustancial (¿Buñ...qué? ¿T.S. quién? Brody curioso y superflua Carla Bruni). La creencia de que cualquier tiempo pasado fue mejor: más elegante (¿quién no iba a salir bien en las fotos cuando la instantánea apenas existía y el acabado en sepia era ley?), más genuíno, más puro (la falacia mayor de todo este complejo), donde todavía quedaban cosas por inventar. 

En el caso de Allen, este paraíso perdido es de los expatriados nortamericanos (porque ni en París Allen puede dejar de ser neoyorkino) y su entorno más cercano, aquellos escritores tan típicos como hoy necesarios (esa Generación Perdida que tanto les ha dado por citar en las series adolescentes de hoy en día, sin que nadie lo entienda): Hemingway, Fitzgerald, T.S. Elliot, Joyce (gravísima elipsis) y, quizás, Pound (rara avis y sin duda, mi favorito). En definitiva, el potente círculo masculino que rodeó a la Shakespeare & Co (bonito plano final, pero ni una sola mención a Sylvia Beach, o a cualquiera de las lesbianas de la Rive Gauche). 

La encantadora Sylvia Beach

Incuso Gertrude Stein aparece asexuada, sin su Alice Toklas, como mera excusa para introducir a Picasso (así el europeo también se identifica como inmigrante, así se reitera la imagen de Picasso y Modigliani como latin lovers). No hay una Natalie Barney, no hay una Janet Flanner (mi favorita entre todas aquellas mujeres), no hay una Solita Solano, y de milagro (y dejenme criticar: ¡por ser la más hetero de todas!), hay un par de segundos para Djuna Barnes. Esto si solo hablamos de escritoras americanas, claro. Parece que Allen quiso decirnos lo que ya sabíamos: que París era ayer, una mujer, y una fiesta. Y poco más.

Djuna Barnes y Solita Solano, ultramodernas y nada de flappers como juran las webs.
Pero el mundo de Allen no es definitivamente el mío (la cabra tira al monte, y aquí los montes son dos: el Montmartre de 1890-1910  y el Montparnasse de 1910-1930). Mi época dorada no es la de Buñuel (chiste malo, lo se), ni siquiera la verdadera Belle Epoque, sino ese impreciso bucle de incertidumbre que fue el descalabro de la Primera Guerra Mundial (no el conflicto sino todo lo que este implicaba), ese oscurecimiento del mundo que lo cambió todo, y jamás podré entender del todo. Y esta sombría confesión no hace sino demostrarnos que no todo tiempo pasado fue mejor, por bonito o ingenuo que pudiera ser.

De Poe a Dix vía Van Gogh, el cuervo como zeitgeist. ¿Nunca más?

Ay, ojalá fuésemos niños otra vez.




¿Pero, realmente, hubo algún tiempo pasado que fuera mejor?