lunes, 21 de mayo de 2012

El año que viví peligrosamente (o del Apocalipsis cotidiano)

Dentro de no mucho hará un año que se acabó mi periplo italiano, y desde que sucedió el incidente del Costa Concordia he querido escribir. Viví durante 10 meses en Florencia, Toscana, estudiando como erasmus Historia del Arte (que ahí tiene otra estructura, por lo que cursé asignaturas de varias carreras): las opiniones que presento en este post, y en los que le sucederán, derivan únicamente de mi experiencia y no tienen porqué ser aplicables para el resto de Italia, ni para todos los italianos, o ni siquiera para todos los florentinos. Yo les hablo de lo que conozco. Y lo que conozco no era particularmente bonito.

Cuando vas a Italia de Erasmus, te dicen que esperes lo peor: que te lo pasarás bien, pero que te armes de paciencia y te vayas cargada de tilas. Creo que con eso se quedaron cortos. No voy a hablar sobre mi experiencia Erasmus, aunque este post sí que hablará de la incoherencia general italiana, que parece un mito,  pero que no lo es.

Todavía no me explico como volví sana y salva de Italia. ¿Mafia? Para nada, en Florencia no tienen presencia y si lo hacen son más que discretos. Extorsionadores los hay en todos los lados, como por ejemplo en el negocio de los pisos para estudiantes, pero no hablemos de esto.

Hablemos del tráfico. Siempre se ha dicho que los italianos conducen mal: en Florencia, apenas se puede conducir, así que los coches no me preocupaban demasiado. Yo vivía en pleno centro, en una zona en la que las calles eran de un carril, y ahí no tenía que haber habido problemas para andar. Pero lo había. Porque por una calle de una carril, y dos aceras de menos de un metro, pasaban simultáneamente coches, motos (que invadían la acera por la que estabas andando), y bicicletas, muchísimas bicicletas. Además de los peatones, que como yo, nos sentíamos intimidados. Porque los semáforos tampoco existían excepto en unas zonas muy concretas. Aunque si salías del centro, tenías avenidas de incluso 4 carriles (¡locura!), y ahí el tráfico ya era una cosa chunga (tan chunga que pasan cosas como esta).

Lo habitual era que la gente aparcara sus motos y bicicletas en la acera: también era habitual que las aparcara perpendicularmente, y que tuvieras que bajar a la acera (con el agravante de que mi calle estuvo vallada mucho tiempo y no podías hacerlo): con los coches, las bicis y motos que fluctuaban de acera a calzada, e incluso, pero esto por ser Florencia, con coches de caballos. ¡Había tantas formas de ser atropellado! A mí solo me tocó una: la de la bici.

Pero tampoco era fácil andar. Pocas calles del centro tenían el suelo en condiciones. Lo habitual es que faltaran baldosas, que estuvieran rotas, o que de repente la calle se inclinara y la acera se torciera, o incluso se acabara de repente. Una mañana volví a mi casa y unas repentinas obras me habían quitado la acera, MI acera. No podía entrar en el portal hasta que unos obreros idearon una solución. Pero tener agujeros, o abruptas interrupciones en el suelo, no siempre implica caerte: claro que, la posibilidad aumenta seriamente si llueve 4 días a la semana, o si la única forma de transporte público es la bici robada de tu amigo, que te lleva de paquete por un suelo irregular y mojado. Yo solo me caí dos veces, y una de ellas con tacón. Supongo que había una fuerte convicción que me impedía caerme, por orgullo y racanería, por no querer pagar por mi sufrimiento*.

Esto me lleva a hablar de otro tipo de peligro italiano: la incapacidad para prevenir. En Japón, sufren terremotos gordísimos habitualmente, y casi nunca pasa nada; Italia es una zona de intensidad sísmica moderada, pero cada vez que hay un terremoto se tambalea también la nación (recordemos el de L'Aquila o el de ayer en la Emilia): ¿por qué no hay previsión para algo que parece ser común? ¿Por qué se caen más  edificios actuales y en supuesto buen estado que ruinas medievales? Yo una vez andaba por la calle (por Via dei Servi, para más señas, una de las vías más transitadas de la ciudad) y se cayó un trozo enorme de fachada settecentesca: el ambiente de polvo duró horas, y 4 después aparecieron los bomberos para controlar que no pasara nada**. Hace unos meses, un capitán de barco quiso hacer el imbécil y se acercó demasiado a la isla del Giglio (que es un destino muy de fin de semana, queda muy cerca de las conocidísimas Elba y Montecristo) con el antierótico resultado que ya conocen. La sensación de los que hemos vivido en esa misma Toscana es que aquella desgracia era normal y esperable, en vez de indignante. Porque claro, ES ITALIA.

Les contaré otros tres cuentos, solo a modo de ejemplo:
La plaza de mi facultad. La rotonda del fondo la hizo Brunelleschi.

  • Un cuento de invierno. En Florencia, nieva solo una vez al año, siempre en torno al 22 de Diciembre, mucho y durante varias horas. Esto ha sucedido así desde hace más de una década, pero sigue causando sorpresa. El 22 de Diciembre de 2010 nevó durante más de 6 horas: cuando llevábamos menos de una, ya no se podía andar por la calle, cuando llevábamos 5, la gente había sacado trineos caseros. Obviamente, se cancelaron todos los vuelos, y todos los trenes. Los trenes se cancelaron a mitad de trayecto (un amigo, que volvía de Pisa, estuvo 6 horas en un tren cuyo trayecto sin paradas es de media hora), por supuesto. Además, medio país de quedó sin cobertura, y sin internet. Y los supermercados se quedaron sin productos. Aquello era el Apocalipsis. Por una nevada de dos palmos, que sucede todos los años, y que se da durante varias horas: supongo que es más bonito quedarse a mirar nevar que echar sal en la vías, o en las carreteras. En Bolonia, que parecen gente de fiar, la echan, ¡y todo funciona bien!. El problema era cómo llegar a Bolonia: había atascos de ¡12 horas! en la autopista (es en torno a una hora de viaje), con gente sufriendo de hipotermia, y los trenes no salían. No tengo muy claro cómo conseguimos llegan a la estación con maletas de 20 k, mochilones, bajo cero y dos palmos de nieve, pero cuando lo hicimos no había trenes, y tras varias horas, conseguimos colarnos en uno, ya que las máquinas no funcionaban. A varias cientas de personas les había pasado lo mismo. Había niños, perros, en los portamaletas sobre los asientos. Vivir para contar. Una vez llegados a Bolonia, todo era normal.
  • Un cuento de primavera. Hace un año, estaba visitando a una amiga en Venecia, y fui a pasar, con lo puesto, el día a Padua y a Vicenza. A la hora de la vuelta, mi tren Vicenza-Venecia no salía. No salía, ya con dos horas de retraso, y en la estación se negaban a decirnos nada. Un alemán simpático buscó en internet, y vio que un tren se había quedado colgado entre Padua y Vicenza. Es decir, la única escapatoria posible. Porque es muy normal tener comunicadas capitales provinciales por un único raíl. Porque jamás han pensado que quizás algún día pasaría algo. Pensé que la solución estaría en la estación de autobuses anexa: craso error, sólo había autobuses a la Provincia de Vicenza. Porque nadie ha pensado que quizás una conexión con una ciudad como Padua, la más concurrida de la región, y que queda a 10 mins, podría ser útil. Cómo se les iba a ocurrir. 
  • Un cuento de verano. El verano pasado, se incendió parte de la estación romana Tiburtina, que es de donde salen casi todos los regionales. Bueno, aceptamos que un incendio en una estación clave para un país ferroviario como es Italia, genere retrasos e incomodidades. Nunca entendí porque dos días después de un incendio romano, mi conexión REGIONAL con Arezzo, que nada tenía que ver con Roma, seguía inactiva (lo seguiría una semana más, pero no lo sabía). Cuatro días después, ya sin retrasos, me fui a Rávena. Casi no vuelvo. El viaje duraba unas tres horas y media en regional (el único tren directo, además), y paraba en un montón de sitios, pero siempre me acordaré de Faenza. En Faenza nos paramos. Una hora, dos, tres. Sin explicación alguna. En un tren de dos vagones, sin baño o (por supuesto) cafetería. Al final, nos contaron qué pasaba: un tren se había quedado colgado en la ÚNICA vía que nos permitía salir de ahí y tenían que remolcarlo. Hasta que a las 2 horas no llegaron los responsables, no se hizo. Como ven ustedes, la teoría de la vía única debe ser muy válida.  Todo iba bien hasta que empezamos a parar 15 minutos de más en cada parada (recuerdo especialmente terrorífica la de Borgo San Lorenzo, no se porqué): resulta, que había todavía trenes mal reubicados (4 días y medio después) desde el incendio de la Tiburtina, y teníamos que "respetar sus retrasos". Todo el mundo sabe que amo los mosaicos bizantinos, pero cuando estás casi 9 horas volviendo de Rávena te planteas no volver más.

El fatídico tren (familia incluida).
En Italia todo es peligroso: el fútbol (la italiana de intercambio estaba extrañadísima de que dejasen llenar los estadios en España y no muriera gente, nos dijo literalmente), e incluso el futbol histórico (calzio storico fiorentino), una violenta variedad renacentista, en la que se juega hasta la sangre y cuyos participantes son muchas veces ex-presidiarios que aprovechan el campo de juego para poder abrirse la cabeza legalmente. Aquí tienen unas fotos buenísimas.

Pero me gustaría hablar de otro tipo de peligro, y esa es la falta de derechos: la que te impedía recibir cuidados médicos de urgencia sin previo pago* siendo ciudadano comunitario, la que te impedía contratar internet wifi sin tener una cuenta italiana (que era casi imposible de crear), la que por culpa de una burocracia vaga e incompetente (o con muchas ganas de tocar las narices) te acababa impidiendo votar, la que hacía que tus exámenes orales fueran a puerta cerrada, sin testigos y sin registro alguno. Se que esta limitación de derechos no es comparable a la de países en vías de desarrollo, pero yo solo pretendía recibir aquello que me ofrecían: Libertad, Igualdad, Fraternidad y esas cosas que ponen orgullosos en el Parlamento de la Unión Europea.

En Florencia, no tengáis miedo de la mafia o de los carteristas, que eso ya lo tenemos aquí: tened miedo a todo lo cotidiano y vivid cada día como si fuera el Apocalipsis. Pensad que nadie podrá curaros, defenderos, o que tenéis que guardar comida en casa porque lo mismo cae granizo y se colapsa la provincia entera: llevad botiquín, id a la compra con mochila de montaña (los carritos no se pueden arrastrar por muchas zonas) y pensad siempre mal porque acertareis. Es la única manera de que salga bien ;)

Yo todavía no me explico cómo me salió bien. Teníamos a Berlusconi diciendo "Yo no voy de putas, son ellas las que vienen a mí", pero no teníamos a un tipo matando senegaleses a 5 mins de mi casa. Por estas, y por muchas otras razones, 2011 fue el año que vivimos peligrosamente.


*Si posees la tarjeta sanitaria europea, el Estado Español te devolverá los gastos de la atención sanitaria de urgencias y elemental; no así los especialistas, que en Italia son siempre privados. Conocí gente que sufrió problemas serios: rotura de huesos, apendicitis, problemas hormonales. Todos volvieron corriendo a España a tratarse: un avión de urgencias era más barato que un par de consultas de especialista, y no hablemos de el tratamiento. 
**Por esto me resulta ya normal ir a una facultad en la que se caen constantemente trozos de techo.

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