martes, 13 de marzo de 2012

Sobre la imagen romántica de Goya


Resumo aquí parte de mis conclusiones sobre un Seminario sobre el Goya ilustrado al que asistí hace unos meses, confiando en que puedan ser útiles para alguien más.

Sobre la imagen de Goya ha habido usos y abusos a lo largo de estos dos siglos, fomentados por la ingente producción del pintor, tan dilatada en el tiempo. Será esta imagen meramente costumbrista y, en el peor de sus sentidos, goyesca, la que se intentará desmentir aquí, haciendo hincapié en las variadas facetas y en la alta formación, tanto pictórica como intelectual, del pintor aragonés.


Autorretrato à la mode.
El maniqueísmo en la construcción de la biografía crítica del pintor comenzó ya durante su vida (con los escritos de su amigo Ceán Bermúdez), y se impuso especialmente desde el Romanticismo hasta bien entrado el siglo XX: mientras que algunos autores franceses (especialmente Baudelaire y Gautier, seguidos más tarde por Materon) se prodigaron en proclamarle un héroe romántico, genio rebelde y torturado, desencantado con su tiempo, y profundamente crítico, muchos autores españoles se afanaron en proclamarlo  héroe nacional, muestra del genio del pueblo español, banalizándose con el término “Goyesco” la descripción de un país arcaizante del cual Goya fue considerado la quintaesencia (castizo, torero y pendenciero, como un personaje de novela de capa y espada*). 


¿Acaso hay algo más español? Si acaso la Carmen de Merimée...
Por supuesto, estas dos facetas eran tan falaces como incompatibles, dificultándose su integración y verificación con una ausencia importante: la de su faceta de ilustrado (ya que hasta los años 60 del siglo XX no comenzó a hablarse de Ilustración española, considerándose hasta entonces como un siglo fuertemente antieuropeo), que además explica muchos de los contradictorios tópicos anteriores, como la tendencia al “plebeyismo” (de moda en la principales cortes europeas), la exaltación del Yo (típica del sensualismo) o el retrato de las costumbres patrias (un proceso análogo se dio en gran parte de Europa, de Rusia a Francia, dentro de la construcción de unas nuevas y reforzadas identidades nacionales**).


La maja vestida, excelso icono del plebeyismo español.
Algunos autores, como el Conde de la Viñaza, intentaron adoptar un tono conciliador; destacó entonces la labor de los investigadores franceses, que aunque hacían un personaje fantasioso de Goya, al mismo tiempo redactaban catálogo y contribuían a su estudio; sin embargo, el Conde mantendrá también una actitud nacionalista, dentro de la reapropiación de la figura de Goya***, y destacará su realismo y naturalismo como algo intrínsecamente español****.

Goya pionero, Goya precursor, Goya expresionista.
Para 1900, la doble imagen de Goya (una especie de héroe romántico para los españoles, un revolucionario para los franceses) continuaba: fue precisamente en ese año cuando se consigue que su cuerpo sea repatriado (se le quiso enterrar en la Basílica de El Pilar, absolviéndole así de la nota de afrancesado), y cuando se le concede una sala propia en el Museo del Prado (continuando con una política de exaltación de las grandes personalidades españolas, especialmente útil en un momento de tan bajo ánimo social como fue la crisis del 98). Goya se configuró, así, como genio y figura de la españolidad, pero gracias a estudios de aquellos momentos, se apreció que su influjo no era únicamente nacional, sino de una rabiosa modernidad, ya que modificaba toda la Historia del Arte; sin embargo, la capacidad fatalista y profética que se atribuyó a gran parte de su obra, hace necesariamente que haya olvidar mucha otra.


Goya denuncia, Goya nos enseña el mal y cómo no deberíamos dejar que esto se repitiera. Goya rebelde, Goya profeta.
Sin embargo, algunos importantes textos del siglo XX volvieron atrás en cuanto a la imagen castiza de Goya. Por ejemplo, Ortega y Gasset, ya en la década de 1950, consideró a Goya un mero artesano, del que critica sus métodos y atribuye sus méritos únicamente a Mengs y Bayeu; también Eugenio D’Ors habla de los estereotipos castizos y goyescos. El escrito señero llegó con Enrique Lafuente Ferrari y “La situación y la estela del arte de Goya” (1946), donde criticaba todas estas invenciones biográficas y estudiaba por fin, la obra del artista enmarcada en su tiempo. Se tratará este de un escrito seminal, e increíble y aislada singularidad: retomará cuestiones anticipadas en 1928 con el aniversario de la muerte de Goya, pues las conmemoraciones del bicentenario del nacimiento de Goya, de aquel mismo año 1946, tuvieron un tono netamente franquista. Desde los años 60 hasta la actualidad, los mayores esfuerzos van dirigidos al estudio de su periodo italiano (del Goya barroco y triunfal, por tanto) y a su caracter y educación como Ilustrado.


El Goya italiano, pomposo, colorido y mitológico.
Por último, creo necesario recordar que otro de los grandes tópicos establecidos por la mitificación del genio y el carácter de Goya es aquel que lo considera como el pintor más importante de su época (aunque ciertamente haya sido el más trascendente) en España, y especialmente, en Aragón, donde es tratado casi como si hubiera sido el único; esta tendencia ha llevado a la realización de atribuciones arbitrarias y, por tanto, erróneas.  Todavía es necesario investigar y concienciar sobre los importantes pintores aragoneses de la Ilustración: algunos como José Luzán, o el propio Francisco Bayeu, generaron igualmente escuela, recibiendo así atribuciones hoy sabidas incorrectas y ensombreciendo la obra de otros muchos pintores (como la de Juan Andrés Merclein, Braulio González o José Stern), de los que poco sabemos, o incluso de la de muchos otros, de los que, desgraciadamente, únicamente conocemos el nombre.





* Imagen reiterada en la exposición, dedicada a la memoria de Goya, realizada en 1846 en el Liceo Artístico y Literario de Madrid.
** De las construcción de un “traje nacional”, que en España se identificó con el de majo, puede aprenderse echando un vistazo a “La Colección de Trages Españoles" obra de Luis Paret y Alcázar realizada por encargo real, que me hubiera gustado poder reproducirles..
*** Puesto que pensaba que los estudiosos franceses se habían apropiado de su figura.
*** Dentro de una corriente que habría llegado a su mayor esplendor con figuras como la de Cervantes y Velázquez. Realmente, toda esta discusión se adentra en los términos del muy conocido debate sobre el ser español, de especial relevancia a finales de siglo XIX y principios del XX.

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