viernes, 23 de septiembre de 2011

La vida es un cabaret, viejo amigo I

Debido a la falta de tiempo, me veo obligada a postear una parte de un trabajo mucho más amplio que hice hace ya tres años. Es solo una introducción muy generalizada, y aunque hoy la veo escasísima, mi opinión no difiere demasiado. Sin embargo, he considerado necesario amenizarla con fotografías, vídeos y links, que para algo están a disposición de todos. Verán, por tanto, que mi estilo es más formal y pretendidamente objetivo que el que suelo utilizar aquí. No es gran post, pero es absolutamente necesario. Esperemos que les sirva de algo.


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El cabaret, el kabarett, tal como lo entendemos hoy en día, surgió en Berlín en 1901, como algo comprometido pero aún discreto, apoyado por las prácticas satíricas de revistas gráficas de vital importancia, como el Simplicissimus. Para escapar a la censura, estos cabarets, que eran más de corte intelectual que erótico, se establecían como clubes privados, pero con la República de Weimar desapareció la censura.

"La agresividad debería ser una de las leyes de la música de cabaret, la que le diferencia de la música de ópera o las sinfonías. Un cabaret que no impacte, sin espíritu guerrero, es inviable. Este es el campo de batalla en el que hay que combatir con las armas incruentas de un texto incisivo y una melodía pegadiza." - Friedrich Hollaender

En las principales ciudades alemanas, especialmente en Berlín, comenzaron a aparecer una gran multitud de cabarets, que mezclaban la grandeza visual del music hall francés (El Moulin Rouge, el Folies-Bergère) con el primitivo cabaret intelectual alemán, y añadían también elementos del internacional y popular fenómeno del café-cantante. La gran mayoría de los cabarets más importantes del Berlín de entreguerras estuvieron regentados por antiguos empresarios teatrales o compositores (como Rudolf Nelson), o bien por grandes estrellas (como Rosa Valetti, que abrió el Megalomanía, o TrudeHesterberg, que poseía el Wilde bühne, el Escenario salvaje).

Toda buena canción requería tres elementos cruciales: el compositor, el letrista y el intérprete (habitualmente, la intérprete). Algunos de los compositores más destacados fueron Friedrich Hollaender y Mischa Spoliansky, que se valieron de letras satíricas, como las de Kurt Tucholsky y Marceluss Schiffer. La intérprete más conocida del momento es sin duda, Marlene Dietrich, pero no fue ni mucho menos la más famosa. La delgadísima Margo Lion cantaba las parodias de la moda y la alta sociedad que le escribía su marido Schiffer; Claire Waldoff representaba la cara opuesta de la moneda, de estridente pelo y voz, rotunda figura y grandes apariciones lésbicas, que con su talante descarado y proletario encarnaba el espíritu de las clases bajas de Berlín.


Con una atmósfera, más íntima, y un público (algo) más abierto, los cabarets eran los lugares ideales para los intérpretes que cantaban en un estilo de tú a tú, que les permitía mofarse de las creencias, hábitos y la moral de los burgueses que se sentaban en sus mesas, a menudo atraídos por el aspecto erótico de los shows. No cabe duda de que la interpretación era algo crucial, pero han llegado hasta nosotros la mayoría de los grandes éxitos del Berlín de la época, y dado que eran canciones basadas esencialmente en la letra, podemos conocer con mayor cercanía este aspecto novedoso, insolente y humorístico de la que fue la banda sonora de muchos.

¿De qué hablaban estas canciones? De lo mismo que los cuadros, las obras de teatro y la poesía, solo que lo hacían con mayor descaro. Los temas principales fueron las modas y fobias sociales del momento, el sexo (en todas sus variantes imaginables), y en menor medida, la política y la nostalgia por los tiempos pasados.

El tema predilecto fue el sexo, que se trató desde la curiosidad graciosa al cinismo desapegado. No es que los berlineses de la época de Weimar fueran especialmente “decadentes”, como pretendieron los nazis, pero los años 20 sí, fueron una década en la que algunos modos de sexualidad previamente reprimidos podían practicarse y retratarse más abiertamente. Los años de la posguerra fueron testigos de la moda del striptease, que parodiaba (o quizás no) Zieh dich aus,Petronella! ("¡Quítatelo, Petronella!", 1920). Interpretada por una mujer con poca ropa, el número podía tanto satirizar los espectáculos de striptease al mismo tiempo que capturaba parte de su erotismo. Schiffer escribió parodias de clichés eróticos de moda como Sex-Appeal (1930) o la figura omnipresente de la mujer fatal (Ich bien ein Vamp!, "¡Soy una vamp!", 1932, que por cierto servía también como una crítica a las figuras de moda en el momento).

Ute Lemper hizo un maravilloso disco con todas estás canciones, con una edición en alemán original y otra excelentemente traducida al inglés.

Se ridiculizaban los modos ostentosos del amor heterosexual, pero se mostraba una mayor simpatía por la homosexualidad, que seguía siendo ilegal. Das lila lied ("La canción lila" 1920; les incluyo un link con una versión en inglés, esta es probablemente la canción más importante de todo el post) intentaba ser una exposición a favor de los derechos de los homosexuales, y hacía gala de una seriedad mayor que la ración cabaretística habitual. Maskulinum – Femininum adoptaba una visión satírica de la masculinización de las mujeres y la feminización de los hombres. El lesbianismo se trataba de modo más ligero: tanto Gesetzt den Fall ("Asumiéndolo") como Wenn die beste Freundin ("Cuando la mejor amiga" 1928) hablaban de mujeres que dejan a sus hombres para estar con la otra. Interpretada por primera vez por Margo Lion y Marlene Dietrich en 1928, Wenn die beste Freundin se convirtió en el himno no oficial de las lesbianas alemanas.



En ocasiones se combinaba el sexo con la política: cuando Claire Waldoff (una lesbiana reconocida) cantaba a voz en grito su hilarante Raus mit den Männern! ("¡Fuera con los hombres!" 1926), tomaba partido a favor de la liberación de la mujer ,y, cuando Trude Hesteberg cantaba su apasionado deseo de un conquistador macho (Mir ist heut so nach Tamerlan!, 1922, se escucha fatal pero la puesta en escena es impecable), no solo parodiaba el cliché de las mujeres hambrientas de sexo frustradas por los burgueses alemanes, sino que también ridiculizaba a los conservadores que clamaban por la llegada de un Führer que enderezara a Alemania.

En lugar de suspirar por el pasado, la mayoría de los artistas de cabaret decidieron sumergirse en el presente. Hay excepciones populares, como Abschied von der Boheme ("Adios a la Bohemia", 1919), en la que, vestido de Pierrot, Gustav von Wangeheim deploraba el fin de la vida desenfada de la época anterior a la Guerra. Sin embargo, Wir wollen alle weider kinder sein! ("¡Ojalá fuésemos niños otra vez!", 1921), que cantó Rosa Valetti, se burlaba precisamente de aquellos que querían que volviera la época anterior, como si se hubiera tratado de una niñez inocente.

Cuando apareció realmente ese Führer del que hablaba Mir ist heut so nach Tamerlan!, no se trató de cosa de risa, pese a que algunas canciones de cabaret intentaron ridiculizarlo. Existe algo inexpresablemente conmovedor, en la canción de Hollaender Münchhausen (1931). Se trataba de una letanía de cómo debería ser Alemania: sin películas militaristas, sin jueces antisemitas, sin prohibición del aborto, sin una sola esvástica a la vista. Pero como esta visión la exponía el Barón Münchhausen, célebre cuentista, no se trataba más que de una mentirijilla.

Dieciséis meses más tarde, Hitler era nombrado canciller y el sueño de la democracia alemana se hizo añicos irremisiblemente. El cabaret de Weimar murió con ella, y la mayoría de sus practicantes huyeron del estado nazi. Pero sus canciones pueden resucitarse, no por nostalgia de un pasado perdido, sino porque sus textos ingeniosos tratan de temas que puede que fueran nuevos en su tiempo, pero que apenas han pasado de moda en el nuestro.





P.D. Mi visión sobre el tema, era, y más o menos sigue siendo la de Peter Jelavich, al que en algún momento no puedo evitar parafrasear.

martes, 20 de septiembre de 2011

¡Es mi hombre!


Aprovechando el estreno de la nueva temporada de Boardwalk Empire, y que para ello se ha grabado una nueva banda sonora (disponible aquí), voy a hablar de una de las canciones más famosas de la historia, que para la ocasión ha vuelto a grabar mi bien amada Regina Spektor.


My man, porque así cantó la bonita Fanny Brice, la versión anglófona de “Mon homme”, canción compuesta en tropel, por los letristas más prolíficos de su tiempo (les destaco a Albert Willemetz, hombre interesante donde los haya), para la superestrella Mistingett.

Con sombrero y jovencita, fotografiada por un viejísimo Nadar.
Picantona como pocas, y poseedora de las primeras piernas aseguradas del mundo (en medio millón de francos de la época, nada menos), Mistingett fue una de las mayores divas del mundo. Y es que lo tenía todo: belleza, sombreros, y se echó un novio mucho más joven que ella, Maurice Chevalier (que gracias a su intervención, ruegos al Rey mediante, se salvó de prisión, dato interesante), con el que cantaba y bailaba en los escenarios mejor pagados de París.
No es que ella inventase el Music Hall, pero probablemente lo convirtió en lo que reconocemos hoy.
A lo que íbamos. Letra bastante “sumisa” (y hoy muy criticada, que es su hombre aunque le quita dinero y la golpea), pero resulta que era muy suavecita para una mujer que (violetera en origen, como la canción) cantaba o cantaría que “él la había visto desnuda”, que “buscaba un millonario” o que “tenía flores de todo tipo, excepto una que no era para ti", y un tanto inmediato, porque al fin y al cabo es una especie de manual de la buena esposa. 1916 (hasta el 20 no se graba, pero la esencia esa), nada de sufragismo, ni flappers ni esas cosas que hoy nos gustan tanto. Corsés, sombreros, y decencia fingida en tiempos de guerra. Tengan muy en cuenta este último, pero ahora escuchen la canción.


¿Les suena verdad? Ahora entenderán porqué.

Pero volvamos al concepto de decencia bélica. La buena mujer, se queda en casa amando y respetando a su marido, que muy posiblemente esté fornicando en un burdel allá por la frontera, o muriendo agónicamente en las fronteras. Y por supuesto, la buena mujer no vota, ni bebe. ¿Y qué mejor canción para la prohibición? My Man, 1921, por Fanny Brice, ex chica Ziegfield (veáse la hipocresía del tema). Éxito inmedianto, casi tanto como la original.


¿Les sigue sonando? Por supuesto. Porque las buenas mujeres siempre hacen falta, y en España nadie entendía nada. Así que hubo una chica, que increíblemente alguna vez fue joven (y bastante guapa), Sara Montiel, a la que se encomienda la tarea, sin importar que su registro fuese completamente diferente. 1958, La Violetera (hehehe, curiosa historia que ya os contaré), España franquista. El tópico seguía sirviendo. La traducción es bastante fiel, así que si no tienen la suerte de entender inglés o francés, esta puede servirles. Disfruten, disfruten... que este, más que el último cuplé, fue de los primeros. =)




P.D. Versiones hay decenas, así que busquen hasta encontrar la que más le plazca...Edith Piaf, Billie Holiday, Peggy Lee, Glee (!!!!)

miércoles, 14 de septiembre de 2011

La ópera de los tres reales I

A la que no me refiero como "de los tres peniques", porque no hablo solo de esta, una de las obras teatrales y musicales más famosas e influyentes de todo el siglo XX y, obviamente, de mis favoritas, La ópera de los Tres Peniques, con texto de Bertolt Brecht y música de Kurt Weill: aquí voy a referirme a la maravillosa puesta en escena, efectuada por el Centro Dramático Galego, el fin de semana pasado en el Teatro Principal de Zaragoza. No hablo ahora de la obra, que ya es sobradamente conocida.

Me alegro sobremanera de que no se respete el Londres victoriano original y se lleve a las Entreguerras.

Me quejo con demasiada frecuencia, pero últimamente parece que solo quepo en loas. Y cómo para no. Magnífica intepretación, inteligentísimo escenario, maravillosos cantantes y actores, y curiosísima y cuidadísima traducción ¡al gallego! de las letras de Brecht. Pero sobre todo, un Luis Tosar enorme (y que cantó con laringitis, pobrecillo), encarnando a un personaje maravilloso, y que tanto ha dado de sí. En internet solo hay un video, y no es muy bueno, pero disponible está en youtube ;) De infinita actualidad, y con detalles memorables como el de la visita papal ;)

Pero si tenemos que hablar de la obra, considerando lo que me encantan los temas de Alemania/Entreguerras/Teatro (y más si es musical)/Cabaret/Protesta social/Criminales y prostitutas, y sabiendo que esta es una de las obras cuyas canciones han sido más veces versionadas en toda la historia del Teatro Musical. Todo músico que se precie (y muchos que no), ha cantado alguna vez la Balada de Mackie el Cuchillo (que en español suele ser Mackie (el) Navaja): y muchos otros, han versionado La Canción del Soldado, la de Jenny la de los Piratas o la Canción de Salomón. Las versiones son dispares, con traducciones más o menos libres y/o diferentes, y en los más diferentes idiomas. Aquí, wikipedia les habla más a fondo del tema. Citas textuales, como la de "Primero el comer, y luego la moral" o el discurso final de Mackeath (con aquel "¿Qué delito es el robo de un banco comparado con el hecho de fundar uno?"), se repiten constantemente en los tiempos que corren.

Como rareza me quedo con Nina Hagen haciendo de la igualmente histriónica Celia Peachum, grabación que descubrí por casualidad en una tienda de Berlín ya hará unos años atrás.
Por supuesto, la obra ha inspirado infinidad de libros, películas (las dos del momento, la alemana y la francesa, ambas de Pabst, me parecieron desgracidamente aburridas), series (porque visteis la tele a principios de los 90, ¿verdad? ;) discos... pero si tengo que quedarme con uno, es con una de esas pequeñas joyas se deliciosísima concepción, y de más dificil escucha.
Los Tiger Lillies, uno de mis grupos favoritos de cabaret que en su propia web se definen como "El castrati criminal y su trio de acordeón de anárquica ópera callejera brechtiana" (nadie podría haberlo dicho mejor) publicaron en 2001 un disco inspirado en, esta nuestra obra favorita, "The Two Penny Opera" (el juego de palabras no debió costarles mucho pensarlo, no). Como muestra, un botón, el mejor botón posible para quien no conociese la obra y quiera ver su ambiente (y aquí confieso, que fue allá por 2007 cuando decidí leérmela yo, gracias a esta canción).

Pero sobre la obra, su concepción, su base, sus canciones, sus intérpretes, y todo lo demás, ya hablaremos por la mañana.

P. D. Me alegro por fin de que blogger tenga automáticamente un contador de visitas. Porque así me animo a escribir, sabiendo que alguien lee, que no comente nadie es desesperanzador.