El 8 de Junio de 1901, se casaron en La Coruña, Marcela Gracia y Mario Sánchez. Esto no tendría nada de peculiar, si Mario no se hubiera llamado en realidad, Elisa, y si esta unión (aún contemplada como válida por la Iglesia) no fuera el primer matrimomonio homosexual de la historia de España, y desde luego, el primer matrimonio católico homosexual (y quizás de cualquier religión), del Mundo.
Pero esta historia no comienza en el siglo XX, sino unos cuantos años más atrás. En la invertebrada y analfabeta España que ve crecer a Ortega y Gasset, en la rural y esperpéntica Galicia de Valle-Inclán, sucede una historia de Amor y Letras digna del cine. Un matrimonio travestido, quizás resulte concebible en una gran ciudad, donde el transformismo era algo recurrente en las variedades; un matrimonio lésbico entre dos maestras rurales, en una España que ignoraba (más que reprimía) la homosexualidad femenina, no era ni siquiera imaginable.
El encuentro
Marcela y Elisa se habían conocido mientras estudiaban en la Escuela Normal de Maestras de La Coruña, donde se formaban para ser profesoras de primaria; ahí, en algún momento, de la amistad o el mero conocimiento, pasaron al amor. Conforme la amistad se iba haciendo más íntima, la madre de Marcela sospechó y viendo que el asunto iba a írsele de las manos, aprovechó su posición más holgada para coger el toro por los cuernos: mandó a su hija a estudiar a Madrid. Elisa siguió en la Coruña.
En aquellos momentos, la distancia Madrid – Coruña, aumentada por unas familias que seguramente interceptarían las cartas, era insalvable, pero el amor continuó y el destino hizo que nada más graduarse, pocos años después, Elisa y Marcela volvieran a encontrarse.
Elisa fue destinada como maestra interina a Couso, una pequeña parroquia de Coristanco; Marcela enseñaba en la aldea de Calo (Vimianzo), a unos 30 km. Elisa recorría todos los días la gran distancia (para una diligencia, siempre incómoda, y esto, si la había) hasta Calo para ir a dormir con Marcela; cuando al año siguiente, destinaron a Marcela a Dumbría, las dos de fueron a vivir ahí.
Esto en 2012 debe ser media hora de coche; en 1900 debía ser amor verdadero. |
A nadie le sorprendió que nos maestras solteras vivieran juntas (y de hecho, eran muy conocidas en el pueblo): tales eran las condiciones de trabajo de las maestras de escuela, que apenas tenían otra manera de socializar: tenían prohibido maquillarse o usar vestidos vistosos, fumar o beber, en muchas ocasiones tenían prohibido visitar los establecimientos de ocio (si es que los había), salir de la escuela (donde solían vivir) por la noche e incluso casarse, todo por un mísero sueldo que no servía ni para apaciguar el hambre.
El aislamiento, en una sociedad que ignoraba que el lesbianismo existía, no era problema, pero en algún momento, Elisa decidió dar un paso más, quizás en un intento de normalizar la situación.
El plan maestro
Las amigas fingieron pelearse: Elisa dijo a todo el mundo que se iba, que no aguantaba más; Marcela contó que iba a casarse con Mario, el primo de su amiga.
Efectivamente, Elisa se marchó, pero a La Coruña. Allí se cortó el pelo, empezó a fumar, se agenció ropas de hombre y suplantó a su (ya fallecido) primo Mario. Para casarse, necesitaba una partida de bautismo (por supuesto, masculina), y para ello, necesitaba una historia: en una tierra de forasteros, en que la el mar se tragaba y vomitaba a los hombres, no le fue difícil inventarse un pasado.
En 1901, se presentó ante la Escuela Normal para sacar un certificado de estudios. Al padre Cortiella, de la parroquia de San Jorge, le contó que era de padre inglés, y ateo (¡una calamidad!), y que deseaba bautizarse para poder casarse con una bella señorita, de muy buena familia, como era Marcela. Le bautizó, le comulgó, y para acelerar el proceso, Mario le contó al párroco que había dejado embarazada a Marcela, y que deseaba que su hijo naciera decentemente: en menos de tres meses, podrían casarse. De cómo es posible que el cura, o los coruñeses no sospecharan, no tengo la menor idea.
La boda se celebró el 8 de Junio de 1901, a las siete y media de la mañana, en la parroquia coruñesa de San Jorge, con dos padrinos que hicieron las veces de testigos. La pareja pasó la noche en una pensión, y a la mañana siguiente, se hicieron este retrato en el estudio de José Sellier.
Según el Archivo Diocesano y el Registro Civil, el matrimonio sigue siendo válido. Pero ahí no acabó la cosa…
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