lunes, 5 de diciembre de 2011

Nadar: elevando la fotografía al la altura del arte (V)


Las relaciones del retrato de Nadar con la Pintura

Hasta un momento de ruina, Nadar nunca se planteó el retrato fotográfico como una actividad con la que únicamente ganar dinero, ya que mantenía unas ideas estéticas muy concretas, que le alejaban de lo comercial, y que hicieron que sus fotografías fueran elevadas el rango artístico.

En términos técnicos, utilizó sobre todo la técnica del colodión*, lo que explica la cantidad de formatos que podremos apreciar en las próximas páginas; esta también hizo posible sus fotografías aéreas.

Nadar dijo en 1856 que cualquiera, en poco tiempo, podía aprender la técnica fotográfica, pero que el sentimiento de la luz (la forma en la que la luz recae sobre un rostro) no podía ser enseñado, y que ahí residía el talento del artista.

Ha existido un largo debate sobre si copiaba la pintura o no, y aunque es cierto que imitaba los cánones clásicos, estaba utilizando parra ello un medio completamente nuevo. Por otra parte, esta afirmación pierde sentido si tenemos en cuenta que la pintura del siglo XIX bebió en multitud de ocasiones de la fotografía: algunos se interesaron muy precozmente por ella, ya fuera como fotoaficionados (como Delacroix) o valiéndose de la fotografía para retratar con mayor precisión (Courbet). Además, muchos pintores (desde la época de Vermeer, gran usuario) habían alcanzado gran precisión en sus obras gracias al uso de la Cámara oscura, de Canaletto o Reynolds al propio Ingres: la fotografía no hizo sino perpetuar este uso.
Madame Baltard y su hija Paule (1836), dibujo "fotográfico" de Dominique Ingres

Con un estilo retratista simple y directo, Nadar utilizaba simplemente fondos lisos y neutros, con figuras de pie iluminadas por una enorme claraboya. A pesar de estos cánones algo clásicos, Nadar buscaba el realismo, y se negó en todo momento a colorear los retratos (costumbre  muy extendida), y a colocar adornos superfluos (excepto en los retratos de actores y cantantes caracterizados). Hasta la cesión de su taller a su hijo, sus obras no fueron nunca retocadas, sirviéndose únicamente de la iluminación y el gesto del modelo para intentar captar la personalidad de sus retratados.

La tradición de un fondo neutro y una iluminación claroscurista, que podríamos decir que en pintura empezó con Caravaggio, se perpetuó a lo largos de los siglos, pero no alcanzó una seriedad y sobriedad formal  hasta el Neoclasicismo, cuando desaparece el claroscuro intenso, dejando lugar a unas formas más perfiladas, y a unos fondos que no contrastan tan bruscamente con la figura.
La condesa de Sorcy (1790), de Jacques Louis David y Retrato de Joachim Wincklemann (1760), de Anton Raphel Mengs
Este estilo, y especialmente, la corriente academicista que derivó de él en los años posteriores, es el que más se asemeja a la obra de Nadar, y del que, al menos por su éxito y contemporaneidad, bebió seguramente a la hora de realizar sus composiciones. Mucho más detallistas y menos sobrias resultan las pinturas de Dominique Ingres y Federico de Madrazo, pero son las que he juzgado más similares a la obra de Nadar. En los retratos de ambos, pueden encontrarse abundantes analogías con la fotografía académica.

En el caso del retrato femenino, las fotografías más elocuentes resultan las realizadas a la gran Sarah Bernhardt. Destacan los escuetos, aunque poco habituales, elementos de atrezzo: la propia vestimenta de la actriz es importante, y con sus pliegues da plasticidad a la fotografía, y a su vez recuerda a la voluminosa moda femenina de mediados del XIX  (con esta tela no está sino imitando los caros diseños que llevaban nobles de toda Europa); y la pequeña columna, utilizada como soporte para el brazo de Sarah.
Sarah Bernhardt por Nadar ¿1870's?
La postura, tremendamente similar a la que vemos en las obras de Ingres (La condesa de Haussonville, 1845, a la derecha) y Madrazo (La condesa de Vilches, 1853, a la izquierda), destaca el carácter pensativo de la actriz, así como la forma del rostro, que en el caso de la fotografía está peor iluminado.

Por otra parte, la mujer, con mirada desenfadada, está apoyada en un soporte, tal como encontramos en la obra La Princesa de Broglie (1853), de Ingres (abajo a la izquierda).

Una última foto, esta vez en pie, comparte muchas características con el retrato de Isabel II que realizó Federico de Madrazo, aunque al tratarse este de un retrato regio, incluye también elementos de poder ausentes en la obra de Nadar. Como curiosidad, en todas estas pinturas, el vestido es azul, aportando una gran luminosidad. ¿Lo sería también la tela que cubría a Sarah Bernhardt?


Analizar el retrato masculino es mucho más complicado: Nadar hizo demasiados y Madrazo e Ingres no hicieron muchos que estuvieran exentos de elementos regios. Suele citarse el retrato de Monsieur Bertin (1832), de Ingres, como el arquetipo de retrato burgués moderno; un fondo neutro, sobre el cual destaca, sentado en una silla, Monsieur Bertin, que fue retratado sin concesiones de ningún tipo: en su vejez, y con una pose decidida que determinaba su personalidad. Ambas características fueron consideradas como gestos vulgares.
Sin embargo, esta fuerte expresión y retrato psicológico fue lo que cultivó Nadar en la mayoría de sus retratos, aun cuando esto no embelleciera al personaje. Debajo, vemos varios ejemplos: son los retratos de Edouard Manet, Gioachino Rossini y Alejandro Dumas.

En el Retrato de Nicolás Salmerón, de Madrazo, encontramos a un personaje sentado, con mirada seria y decidida, cosa que se repitió en muchas obras de Nadar, como el retrato de Joseph Proudhon o Gérard de Nerval, que vemos debajo.


Podríamos establecer múltiples analogías más, pero creo que los parecidos ya resultan más que obvios.


* Técnica (inventada en 1851 por  Frederick Scott Archer) que reducía el tiempo de exposición hasta 15 veces (del mejor de los daguerrotipos), permitiendo acercarse a la imagen instantánea. Permitía la aplicación sobre diversos soportes (vidrio, cuero, papel, hierro…), lo que la hizo aún más popular.

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